Leyendo el reportaje Los disímiles destinos de los personajes símbolos del Terremoto, publicado en la edición de hoy de diario El Mercurio, en el que se cuenta cómo están hoy y qué han vivido desde el 27 de febrero personajes como el Zafrada, la Niña del Gong o el Hombre de la Bandera, empecé a preguntarme por qué unos vivían una inmejorable situación y otros aún luchaban con los estragos provocados por el terremoto.
Curioso me resulta que, al escribir este post, incluso yo mismo me refiera a ellos como personajes y no como personas. Y eso, básicamente, es lo que han hecho los medios desde el gran terremoto con historias como las de ellos, lo que ha permeado en la opinión pública y en los chilenos en general. Es más, para poder recordar sus nombres, debí abrir nuevamente la página que contiene el reportaje.
A saber:
– la persona detrás del Taxista de Vespucio Norte se llama Christian Alcaíno, fue el primero en caer al vacío al desmoronarse el paso sobre nivel de Miraflores en la autopista Vespucio Norte;
– tras el Zafrada se encuentra Víctor Díaz, quien se hiciera popular por un vídeo grabado en la localidad de Iloca, en donde comenta que les “hacen falta zafradas (frazadas)” o que “es bueno mejorar el hablamiento“, derrochando optimismo e ingenuidad;
– detrás de el Hombre de la Bandera está Bruno Sandoval, quien formaba parte de la imagen más repetida y sobreutilizada del año, él sosteniendo una raída bandera chilena con la destrucción del tsunami como escenario;
– y Martina Maturana de doce años, más conocida como la Niña del Gong, quien dio de motu proprio la alerta de tsunami en Juan Fernández tocando insistentemente el gong de aviso, salvando con ello numerosas vidas al no decretarse una alerta oficial por el maremoto.
El Hombre de la Bandera: imagen que dio la vuelta al mundo y que se hizo imprescindible en la programación y publicidad sobre el terremoto.
No pretendo hacer un análisis sociológico ni psicológico de por qué se da esto, no soy el más apto para hacerlo, pero me llama la atención la necesidad y capacidad de crear personajes siempre sobre las personas. No sólo en el caso del terremoto, sino que en nuestra vida diaria. La niña de las fotocopias, la señora del aseo, el gallo de las impresoras, el niño de las bolsas, y así tantas personas a las que vamos despersonalizando (en el sentido de los existencialistas), ya sea a falta de un conocimiento de la persona, poco interés en ella o por alguna necesidad de crear íconos. De este modo, tal vez la señora del aseo cambie de persona varias veces, tal vez durante el turno de la mañana sea una y durante el de la tarde sea otra, pero siempre, aunque sean distintas personas, será la señora del aseo. Agrupamos al todo en sólo un ícono, quien a la vez será representante de todos ellos para aquellos que no tienen conocimiento de quienes está agrupando tras ese personaje. O al menos eso es lo que creo que ocurre.
Los medios de comunicación, en la actualidad, tienen una doble concepción y una doble función: por un lado, son negocios que deben rendir utilidades a sus dueños, pero también cuentan con la importantísima función social propia de los medios de comunicación de masas, como lo es informar, educar y entretener. Es una gran discusión actual es cuánta calidad de los contenidos se altera para favorecer la rentabilidad y sustentar el negocio, pero eso da para todo un post aparte, y no sólo da cuenta del tipo de medios con los que contamos ahora en Chile, sino que también del tipo de audiencia. En encuestas, las personas piden tener más cultura, pero a la hora de enfrentar programación cultural con otro tipo de programas, el rating no miente: sí lo hacen quienes contestan las encuestas.
Ahora bien, el tema cómo se relaciona: tal vez el únicamente informar o educar no sea relevante en la forma que funciona el negocio de los medios de comunicación, en especial en cuanto a la televisión, sino que comienza a primar el concepto de entretención. Y es natural que pasada la primera emergencia, refiriéndome con esto a la semana en que los noticiarios se tomaron la programación televisiva durante las 24 horas del día informando sobre las distintas aristas del terremoto, los contenidos hayan derivado hacia la entretención y las mal llamadas notas humanas. Esto es hasta necesario, los colores y música de tensión, repetir una y otra vez las mismas noticias, terminan por hacer revivir a cada instante la madrugada del 27. Como siempre he creído, a veces es necesaria una cuota de frivolidad.
No obstante, pareciera que la cuota de frivolidad se quedó de forma perenne y no dio paso a otra etapa. Es así como al leer el reportaje antes mencionado, los personajes a los que se siguió ensalzando fueron aquellos de la anécdota y no a los que realmente fueron héroes. A los personajes y no a las personas. Según consta en el artículo, al Zafrada el cantante Luis Jara le regaló una casa para él y su familia (habían perdido la casa de su bisabuela, en la que vivían), y el conductor de TV Felipe Camiroaga le regaló un caballo. Asimismo, y a pesar que Víctor ha intentado en vano dejar al personaje y a los medios atrás, el Zafrada ha sido invitado una y otra vez a programas de televisión, como los de José Miguel Viñuela y Vivi Kreutzberger. Quizás a pesar de él, su tragedia se terminó farandulizando. Pero por lo menos, a partir de esa farandulización, puede sacar cuentas alegres.
"El Zafrada" en Primer Plano, epítome de la farándula clase B en Chile. "Víctor Díaz, el niño que conmovió a Chile. Hoy él y su familia recibirán una gran sorpresa". Captura de pantalla de http://is.gd/eKlUr
Algo similar ocurre con el Hombre de la Bandera, cuya historia anecdótica también lo llevó al ojo público. El fotógrafo de la AP, y el mismo Bruno Sandoval, han confesado que la fotografía fue “preparada”: Sandoval fue visto por el fotógrafo recogiendo la bandera, éste le pidió mantener la misma posición, fue por su cámara, volvió y tras solicitarle mejorar su postura, tomó la fotografía. Al perderlo todo a causa del terremoto y el tsunami del 27 de febrero, y tras ser reconocido como el Hombre de la Bandera de la famosa fotografía, a Sandoval le fue ofrecido un trabajo en una minera en Calama, en el norte del país. Según consta en el reportaje de El Mercurio, el Hombre de la Bandera viajó junto a la agrupación de música tropical La Sonora de Tommy Rey a Australia, en una visita de aproximadamente tres meses, en la que junto con saludar a la comunidad chilena residente en Oceanía, también cobraba cinco dólares australianos por cada fotografía que cualquier persona quisiese tomarse junto a él.
Eso es lo que ocurre con los personajes nacidos del anecdotario del gran terremoto que sufrió Chile en el año del bicentenario. Suerte distinta corren los otros dos personajes, más cercanos a la persona que al ícono.
Gran parte de la comunidad de Juan Fernández le debe la vida a una niña de 12 años. Si no hubiese sido por el aviso de Martina Maturana, casi la totalidad de los residentes hubieran muerto víctimas del tsunami, puesto que en el archipiélago no se sintió más que un leve sismo de III grados. Según recuerdo haber escuchado en las declaraciones de Martina, fue su abuelo, residente en Valparaíso, quien la llamó por teléfono a pocos minutos de ocurrido el terremoto, advirtiéndole. Martina sabía que un terremoto en el continente desarrollaría un tsunami que afectaría al archipiélago, por lo que, ante la ausencia de una alerta por parte de las autoridades, ella misma decidió darla tocando el gong que daba el aviso, llegando a quebrarse un dedo por la fuerza que usó para tocar la alarma. Una niña de 12 años. Realmente una heroína que previno una tragedia que podría haber sido increíblemente mayor. ¿Cómo está hoy Martina? Muy bien, gracias: viviendo en una cabaña sin puertas, hacinada junto a su familia, en Juan Fernández, comunidad a la que salvó de una muerte segura y que ni ella ni su familia pretenden dejar.
Martina Maturana, la heroína de Juan Fernández en una de las escasas imágenes disponibles en internet.
Tal vez sea el menos conocido de los cuatro, pero no por ello tiene una historia menos interesante. Christian Alcaíno cayó del paso sobre nivel de la autopista Vespucio Norte de Santiago, construida sólo un par de años antes. Manejaba su taxi, el que se dio vuelta al caer al vacío. Después de quebrar un vidrio y lograr salir, Alcaíno partió a ayudar a los otros automovilistas que cayeron tras él al vacío, entre ellos a un hombre que fue arrollado por uno de los autos que cayó y que posteriormente murió. ¿Qué pasó con Christian Alcaíno, a falta de prensa y televisión? Estuvo tres meses sin trabajar: el taxi que perdió al derrumbarse la autopista era su fuente de ingresos y el sustento de su familia. Al estar agobiado por deudas, ya que ninguna le fue condonada, debió vender su cupo como taxista de un terminal de buses de Santiago. Actualmente interpone una querella en contra de la concesionaria de la autopista Vespucio Norte por cerca de $100 millones. Espero que tenga suerte.
Cuatro personajes que nacieron a partir de la pérdida, el dolor, el altruismo y la supervivencia; cuatro personajes tan disímiles nacidos a partir del 27F. Cuatro personajes tan disímiles en sus concepciones y en sus destinos: unos siguen siendo personajes, otros siempre fueron personas. Y ahí está el por qué unos corrieron una suerte y otros, otra. Para quienes no tienen el conocimiento de las personas, de la totalidad y de la particularidad, basta con premiar el sufrimiento del personaje, aún cuando nazca de la anécdota: es lo que pasó con el Zafrada y con el Hombre de la Bandera, es lo que hicieron y siguen haciendo los programas y personalidades de televisión. Al premiar al personaje, creen estar premiando a la totalidad, pero la realidad es muy diferente a la caracterización: el personaje es premiado, por consiguiente el resto, pero sólo la persona tras el personaje es quién recibe, el resto de las personas que según el sujeto cree que conforman parte del personaje se quedan tal como estaban antes. No existen. Pero el rating, el auspiciador, el avisaje no repara en eso. Tampoco lo hace la audiencia, que cae en la misma percepción errada del medio.
Y es que los héroes no salen en encuestas ni permanecen por siempre en la mente de la audiencia. La anécdota sí lo hace, es cosa de ver quiénes lideran el ranking de los también mal llamados personajes bicentenario de la Cápsula Bicentenario de la I. Municipalidad de Santiago. Como dicen, la procesión va por dentro: son sólo héroes, como los tantos que viven día a día en nuestro país, en situaciones especiales. No todos los héroes hablan mal o posan para fotos, los más importantes y más grandes son aquellos que actúan y hacen algo de verdad. Y sin contarle a nadie y sin buscar nada a cambio.
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